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El encanto afable y la mirada irónica de Roger Moore lo convirtieron en el James Bond más desenfadado, aportando ingenio y sofisticación a las secuencias de acción en películas como "Vive y deja morir" y "La espía que me amó", donde su humor autocrítico equilibraba las espectaculares acrobacias. Su éxito televisivo en "El Santo" lo preparó para el estrellato internacional, mientras que su elegancia natural y su sentido del humor crearon una interpretación única del espía más famoso del mundo. El enfoque del actor para Bond priorizó el entretenimiento sobre el realismo, creando algunos de los momentos más entretenidos y memorables de la franquicia.